Lo que vimos los últimos días ¿fue una alucinación de (la mesa directiva de) OpenIA o una decisión fríamente calculada?
Es casi seguro que a finales de 2023, la mayoría de los usuarios de internet hayamos usado, o por lo menos escuchado, ChatGPT. Esta aplicación ha alcanzado cifras sorprendentes de adopción, siendo la plataforma que llegó más rápido a los 100 millones de usuarios en la historia del internet.
Esta plataforma es un sistema “inteligente”, o por lo menos que simula una inteligencia humana a través de algoritmos llamados redes neuronales. Es una aplicación de la inteligencia artificial llamada modelo masivo de lenguaje o LLM (large language model) que con sus 175.000 millones de parámetros, se ha convertido en el modelo lingüístico más destacado. Hasta ahora, es el que más ha socializado el término de “inteligencia artificial” y ha desatado múltiples debates sobre su desarrollo, investigación, utilización y hasta regulación. Digamos que ChatGPT normalizó el uso de la inteligencia artificial.
ChatGPT es un producto basado en la tecnología GPT (generative pre-trained transformers). Es decir, es un tipo de IA generativa que toma información del ambiente, la procesa, aprende de estos datos y reacciona en consecuencia. Es muy importante que entendamos que no tiene conciencia, solo procesa la información que le damos y genera respuestas bajo mecanismos programados. Chat GPT no utiliza (todavía) contenidos más recientes del año 2021 y no está conectado al internet abierto. Por lo tanto, al emitir respuestas, puede cometer errores y estas pueden estar sesgadas o ser inexactas.
ChatGPT es un producto de la empresa OpenAI, que fue fundada en EUA en el 2015 como una ONG. OpenAI empezó teniendo como miembros de la junta directiva a Elon Musk y a Sam Altman, pero su estructura ha tenido múltiples cambios con el objetivo de que permita la entrada de inversiones millonarias como la de Microsoft (USD13B por el 49% de la empresa).
El viernes pasado, el mundo de la tecnología fue sacudido con la noticia de la salida de Sam Altman (@sama) de OpenAI. Sam, cofundador y director general de esta empresa fue destituido de su cargo y sustituido por Mira Murati (@MiraMurati) que ocupaba el cargo de directora de tecnología. Hoy sabemos que Mira solamente duró dos días en el puesto interino, lo cual es una mala noticia para lo que pudo haber sido una gran historia de género. Mira fue rápidamente reemplazada por Emmett Shear (@eshear), quien viene de la plataforma de streaming de videojuegos Twitch. También, hoy se anunció que Sam se unirá al equipo de Microsoft al mismo tiempo que OpenAI enfrenta una tormenta de quejas de sus 700 empleados.
Los cambios abruptos de su junta directiva que han sorprendido a los inversionistas y al mundo dejan mucho que pensar sobre los estatutos de la organización y sobre su gobernanza. También, nos invita a cuestionarnos sobre el rumbo de las empresas de IA en el mundo y de su transparencia al mismo tiempo que reconocemos el poder que tienen sus fundadores, inversionistas y operadores.
Hoy, OpenAI ha cambiado su enfoque. Esta organización comenzó como una empresa que compartiría sus conocimientos, sin concentrarse en productos o ganancias, con la única idea de llevar a la IA y su investigación por el mejor rumbo posible hacia el futuro. Ahora, es una empresa con fines de lucro y ofrece una suscripción pagada si queremos utilizar la última versión. Se espera en el futuro cercano el lanzamiento de varios productos con mayor acceso, integración y mayor velocidad.
Los invito a no dejar de cuestionarnos cómo es que funciona esta tecnología, quien la va a impulsar y a regular y los costos económicos, sociales y ambientales asociados con su uso creciente. Hoy más que nunca el debate abierto para la creación de una estrategia consensuada es muy importante. También, decidir ¿qué queremos lograr con una AGI (Inteligencia Artificial General)?. ¿Cuál es nuestro “endgame” como sociedad?
También debemos considerar esta tecnología en otros sectores, por ejemplo en el de la ciberseguridad, donde ya se contrapone lo negativo con lo positivo: la generación automática de código malicioso con mecanismos avanzados de detección de estos mismos “malwares.”
Cuando implementemos IA en nuestra organización, no solo debemos tener muy clara la ruta y el objetivo que queremos lograr, sino también evaluar el impacto negativo que pudiera tener esta adopción, desde la privacidad y ubicación de los datos, el potencial reemplazo de nuestra fuerza laboral, así como el marco regulatorio y de competencia.
El potencial transformativo de la IA es francamente impresionante. Yo creo que viviremos un cambio radical en menos de dos décadas que impactará a todas las industrias, a todos los países y a todos los estratos socio-económicos. Apenas empezamos a ver los cambios que nos llevarán más pronto que tarde a la Era de la IA.
Pues fue una salida tan rápida como su retorno. Preocupan las filtraciones que han circulado con respecto a su salida. ¿Qué riesgos anticipó la junta como para tomar esa decisión que prácticamente era como un balazo en el pie?